La profecia del Louvre by Theresa Breslin

La profecia del Louvre by Theresa Breslin

autor:Theresa Breslin
La lengua: eng
Format: mobi
Tags: Aventuras, Historico
publicado: 2008-07-01T03:00:00+00:00


Observé al profeta trabajar en sus cálculos.

Se inclinó sobre su escritorio, deteniéndose de cuando en cuando para extraer otro manuscrito de una de las estanterías o consultar un grabado antiguo. Podía percibir su cansancio. Pero ahora que el anciano creía que podría extraer una conclusión, una extraña energía manaba de él, en parte perturbadora, en parte fascinante.

¿Estaría Nostradamus en lo cierto? ¿Estaba destinada a salvar al rey? ¿Era la persona señalada por Dios entre los hombres de la Tierra para mantenerlos a salvo y procurar su bienestar? ¿Iba a ser un instrumento para la protección de este sagrado personaje?

Manifesté mis pensamientos en voz alta.

—Si lo que decís es cierto, debería ir a advertir al rey cuanto antes.

—Visteis lo que ocurrió cuando intenté hacerlo yo —respondió Nostradamus—. Y ya había hablado con la reina regente, Catalina de Medici, cuando me visitó aquí en Salon en 1564, el año posterior a mi primera visión de esta naturaleza.

—La reina regente querría saber que habéis avanzado en vuestros descubrimientos —dije.

—Pero hay algo que me detiene —afirmó Nostradamus mirándome fijamente—. La sensación de terror que me invade me pide que espere, un sentimiento de desolación que dice que Catalina de Medici no debe saber esto hasta que hayáis tenido la oportunidad de salvar la vida del rey. Se me revelará a través de los números cuando llegue el momento oportuno para que actuéis.

—¿Por qué acudisteis entonces a Cherboucy para advertir a la corte? —le pregunté.

—Aunque no disponía de información específica, pensé que Catalina de Medici y su hijo me prestarían atención. Sin embargo, aunque la reina regente me escuchó, el rey se rió y me ignoró. Entonces me convencí de que el motivo por el que hice ese viaje de Salon a Cherboucy no fue, de hecho, para contar mi profecía, sino para que las líneas de nuestras vidas, la vuestra y la mía, Mélisande, se cruzaran. Ahora estoy seguro de que el momento adecuado acontecerá en 1572, dentro de seis años.

—Seis años —suspiré—. No esperaré tanto tiempo para salvar a mi padre. Os ruego que me escribáis una carta que llevaré a la reina regente y al rey para decirles que mi padre y yo somos inocentes de cualquier crimen.

—¿Abandonarías al rey a su suerte por ir a buscar a vuestro padre?

—Sí —grité—. ¡Sí, lo haría!

Un escalofrío recorrió el enjuto cuerpo de Nostradamus. Retrocedió un paso y levantó ambas manos en el aire.

—En 1572, la devastadora peste avanza por París. La Luna cae en la casa de la Muerte, en ángulo de ciento veinte grados con el fiero Marte. El gran rey de Francia se enfrenta a la muerte. Ahí está, indefenso, ante los poderes que amenazan, con derrocarle. Debe ser salvado por el bien del pueblo y de sus súbditos.

—No puedo esperar tanto tiempo para volver a ver a mi padre. —Rompí en sollozos.

—¿No esperarías tanto tiempo para verlo con vida?

—No lo entiendo —dije entre llantos—. ¿Qué queréis decirme?

—Estoy diciendo que creo que ambos volveréis a estar juntos, vivos, en 1572.

—¿Y no antes?

El anciano negó con la cabeza.



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